Cuento: El porqué de las lágrimas en los días de lluvia



Era el loco de la ciudad. Aquél al que la gente mira de lejos y dicen: "Ahí está Pablito el Mocos". 

Salía los días de lluvia, justo cuando paraba de llover. Buscaba un buen charco, y saltaba en él mientras derramaba lágrimas sin parar. La gente sentía pena por él, pero miraban la escena y pasaban de largo sin parar a preguntarle si estaba bien. La imagen de Pablito saltando en los charcos con todas sus fuerzas y llorando sin remedio les parecía desoladora. 

Tomaba medicación, decían. Ya estaba controlado por psiquiatras, psicólogos, psicopedagogos, y otros miles de "psicos". Hablaban también de maltratos por parte de sus padres. Eso trastorna a cualquiera, decían. Fue un mal parto, decían. Pablito tenía infinitas dolencias dependiendo de los ojos que le miraban. Aunque sus padres salían a buscarle cada vez que eso ocurría, él lloraba todavía más, gritaba, arañaba, pataleaba con rabia e impotencia. Y terminaba encerrado en casa pegado a la ventana mirando los charcos que había dejado la lluvia. 

Pasaron los años. Los padres de Pablito murieron y él siguió saltando en los charcos, empapando sus pantalones y derramando lágrimas de sus ojos. Se convirtió en el loco de la ciudad.

Cuándo la curiosidad se entierra en el prejuicio. Cuándo muere la inocencia, ¿cómo entender, entonces, que Pablito sólo pretendía echar una mano al agua que trepaba veloz por sus vaqueros para encontrarse con las lágrimas que bajaban por su cara? Era obvio que se buscaban.     





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