"Me llaman Octubre...."


Este mes está resultando ser una locura. Ya de por sí, Octubre es duro. Es una puesta en marcha de todos los motores, como los aviones antes de despegar, es un despliegue de potencial casi inaudito y cómo no se da en otro mes del año. Las tareas parece que se suceden y se multiplican como si jamás fueras a ver la luz del aburrimiento, como entrar en una corriente trepidante en la que casi pierdes el control...sin siquiera poder cogerte a los bordes, completamente descontrolado.




Y a pesar de todo, a pesar de que cada vez cuesta más levantarse de la cama para abocarse a un frío cada vez más cruel, me gusta el Octubre. Me gustan sus hojas, y siento una mezcla de tristeza y rabia al ver a las brigadas de limpieza recogerlas...cada día que pasa, las recogen antes. Sinceramente no quiero que llegue el día en que tenga que verles subiéndose a los árboles a arrancar las hojas antes de que caigan, sería una trajedia otoñal de la que me costaría recuperarme.




Los colores del Octubre són cálidos, a pesar de todo...es como si quiseran compensar la llegada del frío con un colchón de calidez ocre, marrón y anaranjado. Me gusta la contradicción de los atardeceres calmados en un mar de gente corriendo arriba y abajo.




Con esto quiero sólo parar en este estado febril en el que me hallo inmersa y que me permite respirar un momento para seguir, ahora sí, con mis tareas. Reflexionen, queridos lectores, sobre el otoño. Porque, pasa muy rápido y el invierno es muy largo. De modo que, pesar de las mochilas, los madrugones y las primeras gripes, disfruten al máximo de su Octubre particular y fíjense en esa hoja que, ahora mismo, si se asoman rápido a su ventana, quizás aún pueden ver cómo desciende bailando suavemente en el aire.

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